miércoles, 24 de marzo de 2010

Un puñado de certezas sobre periodismo

De chica me soñé aventurera, poetisa, maestra, cajera de supermercado, viajera, escritora, acomodada benefactora que convertía su casa en hogar de niños como la Jo de Mujercitas.

En el secundario, indecisa entre asistencia social, abogacía y medicina, lo único de lo que estaba segura era de que quería cambiar el mundo. El periodismo, pensé, es un buen camino. Allá fui.

Hoy tengo un sinfín de dudas. Y algunas pocas certezas. La primera: en periodismo no hay talento que disimule la pereza, se necesita investigar. Segundo: nuestro único patrimonio es el buen nombre.

También que, a pesar de lo que esperaba, no es tarea nuestra cambiar la realidad, sí testimoniarla. Contar lo que pasa, aunque eso ayude a mejorar el mundo, sacar risas o impartir justicia. Y es nuestra obligación hacerlo bien. De todas maneras, el periodismo es un acto de servicio.

La última vino como revelación por una vivencia reciente. Estaba trabajando una nota, justo cuando noviaba con otro periodista con el que hablaba por horas sobre el uso de la coma y cuándo la oración es más eficaz, si sujeto-verbo-predicado, predicado-sujeto-verbo, la respiración del texto o su asfixia. La termino, se la muestro y vinieron los aplausos.

El mismo día que se publica, mamá me dice, después del ‘María Sol’ que sólo completa cuando manifiesta decepción:

-Esta nota que publicaste hoy no se entiende. No sé qué te pasó, no parece hecha por vos. Estábamos hablando con tu hermano de que capaz tengas que ir a una profesora de literatura o algo así.

A mi hermana, mi abuela y mi tía tampoco les gustó. Moraleja, y última gran certeza: un periodista nunca tiene que escribir para otro periodista.

2 comentarios:

Sol dijo...

Aclaración: "reciente" en este caso tiene una medida de tiempo arbitraria(si es que el término encierra en sí un conteo determinado de horas, como ser un año, o una convención). Después de los 25 años para mí todo es reciente, como si hubiera sido ayer. Así que no arriesguen ni piensen. El tiempo es tirano y yo caprichosa.

Anónimo dijo...

A las necedades que una llega por amor!