También es consciente de lo mal que hace aspirar todas esas toxinas, y varias veces intentó dejar los Marlboro. Cree fehacientemente, además, que en algún momento va a terminar olvidándose de ellos.
Lo que la enoja, la sulfura, la harta y agota, es que cada vez que sale a fumar a algún umbral, la gente que pasa la aconseje:
Ella, repodrida de las invasiones, vomitó:
-¿Y si salgo a la calle y me pisa un auto? ¿Y si cierro mal la hornalla y digo ‘buenas noches’ y nunca más veo el día? ¿Y si el ingeniero que construyó el edificio donde vivo se olvidó de chequear que justo en el techo de mi departamento estuviesen bien puestas las vigas o como sea que se llame y una noche cualquiera se viene abajo, cae sobre mi cabeza, me parte el cráneo y nunca termino el cuento que justo estaba escribiendo cuando se cayó todo? ¿Eh?
Nuestro amigo tenía los ojos como dos pelotitas de tenis. Y Lasecabocha seguía:
-¿Y si sigo usando esas botas que me aprietan, se me encarna la uña del dedo gordo del pie, me duele tanto que ya no puedo usar ningún zapato, voy a la pedicura que me dice que me lo soluciona, intenta solucionarlo cortándome el dedo y sacándome la uña, me venda, pero no desinfectó las tijeras y todo eso que usó, se me infecta, voy al hospital, me dicen que me tienen que operar, me dan antibióticos, pero es tarde, me agarro además una infección intrahospitalaria y lo último que me ponen en el pie son una mediecitas blancas divinas que encima no se ven porque las tapa la sabanita con la que me cubren en el cajón?
Tomó aire, se dió cuenta íntimamente de que ya estaba claro lo que quería decir, pero las opciones aparecían en su cabeza como sinrepetirysinsoplar tuviese que repasar marcas de ropa de mujer:
-¿Y si yo digo que no, que no y que no, y él insiste, insiste e insiste; yo me sigo negando y él que el amor, que la felicidad del otro, que la mutua complacencia; y yo que complacencia conjunta o nada; y él que complacencia mía primero y complacencia del él después y que él complacido en complacerme y viceversa y me convence y lo hago y lo vuelvo a hacer y ya me gusta y me complace y meta complacencia y acabose?
Ahí frenó, pegó un beso hondo, que consumió como medio cigarrillo, lo miró fijo y remató:
-Y yo me pregunto ante tanta evidencia de riesgo: ¡¿Por qué no me dejan fumar tranquila?! Y también pienso que para vos, con todo lo desastroso que tiene tu vida, fumar sería lo mejor que te podría pasar.
3 comentarios:
ja! muy bueno... excepto por la parte en que aplaudio la ley, esta vez me siento un poco la secabocha... besote!
Y VOS TE PENSÁS QUE SI ME CAGO EN MIS PULMONES ME VA A IMPORTAR UN CARAJO LO QUE VOS DIGAS??
Sol2 y Lola1: Con esto, ¡todas somos Lasecabocha! A tomar por culo los no fumadores entrometidos.
Publicar un comentario