No fantaseaba con ella. Tampoco me babeaba, ni me provocaba espasmos, ni me empujaba a retorcerme en la silla delante del televisor. Eso era cosa de chicos.
Sí me daba curiosidad. Y alumbró mi conciencia sobre mi inconsciencia sobre algunos temas. Una vez logré esquivar la censura familiar y capté una escena: ella nadaba con su terrible humanidad al descubierto y gemía con movimientos sutiles pero concretos. Fue ínfima. Justo hasta que llegó mi mamá y me mandó a dormir. Mientras iba, la miré –a mi mamá, ella ya no estaba en la pantalla- y le pregunté: “¿Qué le pasaba a esa mujer?”.
Ahora que puedo entender qué le pasaba también lo voy a poder ver enterito en el Malba, en una película que recopila todos los cortes que la censura (no la familiar, la gubernamental) le aplicó a los films que tuvieron a la Coca Sarli como protagonista. Así lo contó Radar el domingo.
Muchachos, vayan acomodándose en las butacas. Y de nada.
5 comentarios:
Quién mejor que la Coca -única, irrepetible- para destaparse en estas noches de calor en que cualquier de prenda de vestimenta parece estar de más...
gracias por el dato, creo que va directo para mi google calendar!
que pretende usted de mí??
Varo: Si ya debería decirte Coquita, no me quiero imaginar después de pasar por el Malba...
Lo: de mí, que me siento tal sola y desconsolada... Huyyyyy, se me están ocurriendo tantas cosas, que queden para el próximo post.
comentario espontaneo... ja! nunca vi una de la coca, pero me dieron muchas ganas entre vos y la nota de radar... puede ser un buen plan para febrero, no?
he visto muchas películas de la coca, siempre en en la búsqueda de una excusa tocatoria que en realidad no hacía falta (la excusa, claro) más que en la de entretenimiento lizo y llano.
recomiendo mirar alguna (con diez minutos en realidad sobra. media hora puede ser demasiado) para ver cómo no debe hacerse una película: cómo no debe filmarse, cómo no debe iluminarse, cómo no debe escribirse el guión y -sobre todo- cómo no debe actuarse un personaje. igualemnte, resulta muy entretenido (minutos, después incomoda mucho) ver la falta de coincidencia entre los labios que hablan y el sonido. creo que nunca se hizo tan mal cine como en esa época de argentina.
de todas maneras, nobleza obliga, en más de una oportunidad me sirvió a los onanistas fines, pero creo que si en ese momento me ponían una de cantinflas, también lo lograba.
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