Crecí en una ciudad donde la mayor parte del año el higrómetro se clavaba en más de 80º. De mi infancia me acuerdo, más que de las siestas en la calle, las leyendas de la solapa, los domingos con los primos, las procesiones, el cine Garay y las polleras a cuadros, de los azulejos verdes-azulados del colegio chorreando más agua que los piletones del Parque del Sur. Y de mis pelos atados –tener rulos en Santa Fe era peor que que te agarre la Juliana con la pollera dos centímetros arriba de la rodilla-.
Con el tiempo otros peores se sumaron a la lista: malos gobiernos, la pobreza que aumenta, el oeste que amontona, los mosquitos inmunes, esas caras conocidas que aparecen en los momentos más inoportunos… Los santafesinos sabemos, sin embargo, que todo eso es cuento. Lo que mata es la humedad. Lo demás, ya lo dije, es historia.
domingo, 15 de noviembre de 2009
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1 comentario:
jajajaja me encantó! muy bueno! saludos. PILI
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