domingo, 20 de junio de 2010

Pisar mierda es una mierda



Resulta que algún optimista empedernido un día sentenció que si uno pisa mierda, andará con buena suerte por la vida; o que cuando se hace torta el codo, va a llegar plata; o que una estampida de paloma en la cara encierra la promesa de un futuro promisorio.
Entonces el lunes una pisa un sorete blando de perro cuando está yendo a la oficina. Entra y, con el zapato embadurnado con un bando más potente que vuvuzela en mundial de Sudáfrica, las compañeras la alientan: ¡Es buena suerte! Y aunque la gente se aparta a medida que avanzas y las miradas que te profieren juran que recurris al aseo personal una vez por semana, la pavota se ilusiona.
Y te anotas en un curso, y no apareces ni en la lista de espera.
Y te suena el celular 20 veces por día, y nunca, en ninguno de esos ring, ves en la pantalla el número que querías atender (y el optimista empedernido va a salir con que ‘por lo menos te suena’, ‘por lo menos te invitan’, ‘por lo menos....’. Asumilo: eso no es optimismo: es rifarse).
Y querés tirarte tranquila a mirar una película, y se te cae el vaso de vino completo sobre el sofá blanco y la pollera que más te gusta.
Y terminás de arreglar la gotera de la canilla de la cocina, y se te rompe la cadena del baño.
Y lográs destapar la cañería a fuerza de meter mano en la inmundicia de la rejilla, esa que escupe agua cada vez que queres lavar los platos, y hace cortocircuito la luz de la cocina y ya ni siquiera podes prever si el líquido te va a mojar las patas.
Y ya dudas de volver a reparar algo de la casa, porque seguro lo que se va a romper después es peor, más caro, más difícil de solucionar.
Y entonces caes en la cuenta de que estos optimistas de porquería que inventaron esos pequeños consuelos para no asumir que el mundo es tan mierda como la que pisaste, son unos reverendos estúpidos.
Y concluís que la gente se divide en dos categorías: los pesimistas ignorantes y desinformados que en todo lo malo ven algo bueno, y los imbéciles que de vez en cuando les creemos.

domingo, 13 de junio de 2010

A ver si alguien nos hace la pata

Una verdadera revolución en el mercado femenino sería que los zapatos de tacos altos vinieran con un dispositivo técnico que permitiese que, a las tres de la mañana, una apretase un botón que provoque la magia, y que los 15 centímetros bajen a 5.

viernes, 11 de junio de 2010

PRO vagancia

Recién suena el teléfono de mi casa. Atiendo y escucho: "Hola. Te llamamos del Gobierno de la ciudad para contarte que desde mañana podes seguir el mundial en la plaza San Martín. Todos los días habrá una panalla gigante en la que podrás ver todos los partidos, de 8 a 19 horas. Ya sabés. Ahora lo único que tenes que hacer es avisar en la oficina".

Eso sí que es PRO.

jueves, 10 de junio de 2010

Lasecabocha y el deseo de agradar

Lasecabocha un día decidió que tenía empezar terapia. Ya había probado con las Flores de Bach y varias opciones de homeopatía. También con yoga, y las variantes hatha yoga, kundalini yoga y pilates, ni bien se puso de moda. No había caso. No podía alejar los fantasmas ni calmar la ansiedad.

"Tengo que asumirlo", pensó. Ya le pesaba demasiado eso de estudiar, depilarse, mantenerse bien, intentar ser buena hija, amiga y estar sola, como para encima asumir un fracaso en la búsqueda de paz interior. Allá fue.

El analista, joven-morocho-metrosetentaycinco-fornido-broncreado-seguro-cálido, la recibió con los brazos abiertos. Al mes llegaron al punto: Lasecabocha hacía sacrificios descomunales para que la gente le dijera que era un ángel, una divina, un alma caritativa. Para que la quieran, bah.

-Tengo un deseo exacerbado por agradar, ¿entendés?-me dijo por teléfono.
-Sí, entiendo. Pero bueno, es algo natural. Todo el mundo quiere que lo quieran.
-Claro. Pero mi deseo de agradar a los demás hace que me perjudique yo, ¿entendés?

La cuestión de la terapia la hizo reaccionar: antes que querida, auto-amada.

Al tiempo la llamo y le cuento un problema bastante importante. Cortó al instante:

-Mirá, la verdad es que no te quiero ayudar.
-...
-No es que no me interese lo que te pasa. No quiero.
-....
-Yo sé que es difícil. Pero estoy intentando conectarme con mis propias necesidades.
-...
-Me lo sugirió el psicólogo. Mañana tengo que ir.
-...
-¿Qué pasa si voy y le digo que en lugar de darme el baño de sales que tanto estaba necesitando me quedé dos horas hablando de los problemas de una amiga?

Con el tiempo lo entendió. Se dio cuenta de que el deseo de agradar no lo podía superar. Sí podía variar el objeto en el que proyectaba ese deseo, dijo.

Como sea, Lasecabocha lo asumió: con tal de agradarle al analista, había optado por desagradarle al mundo. Ahora va a terapia de grupo.